En pasados días, el estado de Río de Janeiro, Brasil, se vio azotado por intensas lluvias que desencadenaron una tragedia en la región. Calles y cientos de hogares se encuentran sumergidos, dejando a su paso al menos 12 personas fallecidas y una población atrapada entre las aguas.
Sonia Maria Pereira, una residente local, expresó su angustia al describir la devastación: "Todo está inundado. La casa de mi hijo está bajo el agua. No tengo ropa. Mis amigos lo perdieron todo, nosotros también".
El domingo 14 de enero, una tormenta implacable sumergió gran parte de Río de Janeiro, obligando a los residentes a movilizarse en balsas y pequeñas embarcaciones para socorrer a los más vulnerables. La solidaridad entre la comunidad es palpable, pero las necesidades son abrumadoras.
Cristiele Ferreira compartió sus sentimientos encontrados, resaltando la falta de respuesta gubernamental: "Tengo sentimientos encontrados porque aquí todo tiene que ver con la política; deberían ayudar a la gente, pero no hacen nada. Nadie viene a socorrernos. Los niños necesitan comida, pañales y leche. Ayudamos en lo que podemos, y es lo único que podemos hacer".
Ante la magnitud de la emergencia, el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, declaró el estado de emergencia, mientras que el gobierno del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva atribuyó esta tragedia climática a los efectos de la corriente meteorológica de El Niño.
Mientras tanto, en otras partes del mundo, como Port Louis en Mauricio y el Congo, también se enfrentan a inundaciones devastadoras, destacando la urgencia de abordar el cambio climático que está exacerbando estos eventos extremos. La solidaridad y la acción inmediata son cruciales para apoyar a las comunidades afectadas en estos tiempos difíciles.
Por: Eduardo Torres
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